La estabilidad psicológica y emocional depende de muchos factores, pero hay uno que desde mi experiencia clínica resulta fundamental: los valores.

Los valores son, como digo, el más importante de todos ellos, aunque por paradoja, para muchas personas se trata de una cuestión secundaria. A muchos, cada vez a más y para desgracia de ellos y de todos, les parece muy filosófico este asunto, pero lo cierto es que aunque nadie carece de valores, no es lo mismo ser plenamente consciente de ellos, que no serlo.
Es complicado decir sintéticamente lo que es un valor.
Básicamente un valor es algo que tiene una repercusión positiva y buena en nuestra vida. Los valores nos construyen o mantienen a nosotros o a las personas de nuestro grupo de referencia.
Los valores hacen mejor nuestra vida especialmente en el medio y largo plazo. Cada persona tiene preferencias diferentes, lo que implica un sistema de valoración igualmente distinto. No obstante, los valores tienen una carga cultural muy importante, lo que significa que dentro de un grupo cultural humano, hay cosas y situaciones a las que mucha gente valora de forma parecida.

No hay que confundir estos valores con el valor de cambio o valor económico-monetario. Hay algunos valores que precisamente están total o parcialmente desligados del valor económico. Un ejemplo es la Amistad, y hay muchos más.
Los valores están detrás de las decisiones y de las valoraciones. La vida nos pone continuamente en circunstancias en las que hemos de elegir y valorar. La solidez de los valores y la prelación que cada uno hace de ellos, nos hace más conscientes, más maduros, más equilibrados y más consecuentes con dichas actuaciones. Las decisiones que se toman en función de los valores son cualitativamente mejores, tienden a construir, conservar y mantener las cosas buenas y valiosas, como son la vida, la salud, las relaciones, el trabajo, etc.
Como sugeríamos anteriormente, al preguntar a las personas sobre sus principales valores, comprobamos que con mucha frecuencia no los tienen claros y responden con generalidades. No tienen tampoco claro la prioridad de unos valores respecto de otros. Si indagamos más, comprobamos que muchos de ellos toman incluso sus decisiones más importantes en base a “desvalores” o “contravalores”.
El miedo, inseguridad, la tristeza, la duda, la impulsividad, el resentimiento, la soledad no deseada, etc., están detrás de una buena parte de esas decisiones que a la postre nos hacen sufrir o fracasar.
La terapia psicológica tiene que encarar en sus primeras sesiones y en muchos casos el sistema de valores de la persona, por varios motivos:

- entender y ofrecer la ayuda desde la perspectiva del cliente
- ayudar a la persona a dirimir los “desvalores” o “contravalores” que están implicados en las decisiones que se toman, e intervenirlos y modificarlos
- para reafirmar a la persona en valores que le hagan sentirse bien
- establecer la jerarquía de valores propia para cada persona que le ayude en el momento de resolver situaciones conflictivas.
Revisar de vez en cuando los valores y el modo de resolver los conflictos, tomar decisiones y valorar la conducta propia y la de las personas que tenemos cerca es una buena práxis de higiene psicológica que recomendamos.
En sucesivas entregas intentaremos profundizar más en esta temática.
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