Las crisis de pánico son episodios de ansiedad aguda que generan miedo y malestar muy intenso. Suelen ser de corta duración, pero sus efectos emocionales perduran en la memoria durante largo tiempo y ello provoca que el miedo se apodere de la vida diaria de las personas que lo sufren.

En un ataque de pánico se conjugan una serie de síntomas que aparecen bruscamente de forma muy rápida; no suceden todos a la vez, pero sí algunos de ellos, cada persona tiene sus “favoritos”. Los más habituales son fuertes palpitaciones e incremento desmedido de la frecuencia cardíaca, sudoración excesiva inapropiada, sensación de ahogo o de atragantamiento, dolor de pecho, naúseas, molestias abdominales, mareo o sensación de desmayo, hormigueo y adormecimiento de las extremidades, sensación de irrealidad y de pérdida de control y un terrible miedo a morir.
En las crisis de pánico juega un papel fundamental la interpretación catastrófica que se hace de las sensaciones fisiológicas (interoceptivas) que nos provocan los síntomas antes mencionados. Así una persona que ve incrementadas sus pulsaciones y frecuencia cardíaca de forma repentina y acompañado de un fuerte dolor de pecho y sensación de hormigueo en las extremidades imagina fácilmente que está sufriendo un ataque al corazón y siente un miedo terrorífico a morir lo que le provoca una angustia y ansiedad incontrolable que a su vez incrementa la sintomatología y las sensaciones fisiológicas temidas. Hemos entrado en el circulo vicioso de la ansiedad: la ansiedad nos provoca sintomatología fisiológica temida que a su vez alimenta más ansiedad y está nos provoca y mantiene la sintomatología temida; el resultado de ello es el ataque de pánico. Así podemos afirmar que el ataque de pánico se origina por una evaluación equivocada de los síntomas fisiológicos provocados por la ansiedad.
En este punto es relevante señalar que las personas hacen este tipo de evaluaciones e interpretaciones en función de ciertos esquemas de creencias y de las experiencias almacenadas en la memoria y lo hacen de forma no consciente, de la misma manera que se automatizan muchas de nuestras conductas, como conducir, también se interpretan y evaluan todo tipo de situaciones de forma automática. Esto significa que en los momentos previos a la crisis de pánico el sujeto no se da cuenta, no es consciente, de que está realizando este tipo de evaluaciones o interpretaciones erróneas.
Nuestro organismo reacciona con los síntomas señalados y temidos cuando tenemos ansiedad o estamos inmersos en situaciones asnsiógenas. La ansiedad puede estar relacionada con situaciones de estrés prolongado, con miedos o fobias nuevos o antiguos, con situaciones que vivimos como amenazantes, con miedos e incertidumbres sobre el futuro ( y si…) o con cualquier otra situación o pensamiento que nos provoque inquietud y/o angustia.

Cuando se repiten las crisis de pánico estamos ante un trastorno de pánico que provoca en las personas que lo sufren una inquietud persistente por la súbita aparición de una nueva crisis, una preocupación constante por las consecuencias de los ataques de pánico y un sufrimiento y malestar constante y limitación en las actividades de la vida diaria; es un trastorno muy discapacitante.
El trastorno de crisis de pánico tiene tratamientos eficaces a nuestro alcance.
El tratamiento farmacológico, ansiolíticos y antidepresivos de nueva generación (inhibidores de la recaptación de la serotonina), resulta eficaz y es el indicado en los primeros estadios del trastorno. Tiene el inconveniente de los efectos secundarios que pueden provocar y de la adicción a los mismos en el caso de los ansiolíticos. Además el tratamiento farmacológico no extiende sus efectos más allá de la toma de los mismos, es decir ,que cuando son retirados, el trastorno se manifiesta de nuevo.
El tratamiento psicoterapéutico es una opción si queremos resolver el problema de forma más estable. En este sentido la terapia cognitivo conductual es eficaz y alrededor del 85% de los pacientes sometidos a psicoterapia cognitivo conductual están libres de síntomas al terminar el tratamiento y esto se mantiene en el tiempo. Conviene simultanear con el tratamiento farmacológico en las primeras fases de la psicoterapia e ir retirando la medicación, en coordinación con el médico psiquiatra, para abordar las últimas fases sin medicación o con unas dosis menores.
El tratamiento cognitivo conductual habitual puede ser individual o grupal y consta de entre 20 a 30 sesiones, dependiendo de los casos. Este tratamiento incluye los siguientes componentes:
- Explicación del funcionamiento de la ansiedad y las crisis de pánico en nuestro organismo.
- Entrenamiento en habilidades para el manejo de la ansiedad.
- Experimentación conductual de las situaciones fisiológicas temidas
- Aprendizaje en reinterpretación y evaluación de situaciones vividas como catastróficas (reestructuración cognitiva).
- Exposición a situaciones temidas (activación de esquemas amenazantes).
- Eliminación de conductas de seguridad y evitativas.
- Ejercicios para realizar entre las sesiones.
El conocimiento sobre el origen y el porqué de las crisis de pánico y el hecho de saber que existen soluciones eficaces resulta, en muchas ocasiones, terapéutico y es por ello que espero que este artículo sea de utilidad.
La salud mental y el bienestar emocional es cosa de todos. Suerte, mucho ánimo y hasta pronto.