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Remontar la Depresión

Remontar de la depresión

Un buen amigo hace unos días me preguntó sobre un familiar y lo que podía hacer con él. El familiar estaba deprimido y con una desmotivación muy grande. Le dije que con soló esos detalles era muy atrevido darle una respuesta. La verdad es que para responder a esa pregunta con alguna solvencia hay que al menos conocer los síntomas de dicha depresión, su origen, la personalidad de base de la persona y los factores de soporte de personas y medios con los que cuente.

La conversación se fue por otros derroteros, pero creo que quizá pueda ayudarle un poco más la siguiente historia real, donde los nombres de los protagonistas son ficticios.

Hace unos meses acudió a mi consulta Juan, un soldado profesional que estaba muy preocupado por su padre, Eusebio.

Eusebio es un coronel de la legión retirado hace dos años y que desde hace unos meses ha entrado en una depresión severa que le tiene sentado la mayor parte del día en un sofá, sin apenas levantarse para otra actividad que no sea ir al cuarto de baño.

Apenas se levanta, casi siempre va sin asear minimamente, con la misma ropa con la que ha dormido. Ocupa su asiento y enciende la televisión a la que apenas presta atención. A ratos dormita y otros se lamenta y se queja de un dolor aquí o allí. Cuando sus hijos le invitan a levantarse y salir a pasear (casi siempre en fin de semana que es cuando tienen tiempo), él se niega y protesta, lo que poco a poco va desgastando la paciencia de todos los que le rodean. Por ello se ha apoderado de todos una sensación de incontrolabilidad y de frustración que les aproxima a la indefensión.

Juan echa unas lágrimas en la consulta y le comento que la indefensión es un estado emocional que explica el 80% de las depresiones y que, de seguir así, van a terminar todos afectados de ella. Le sugiero también que traiga a consulta a su padre.

Días después, Juan me llama: su padre se niega a venir. Se decide en consecuencia trabajar con los familiares.

El trabajo con los familiares implica la movilización de la persona deprimida, para lo cuál hay que establecer una «unidad de criterio» entre todos ellos. Si no se consigue un acuerdo y un compromiso de todos, el éxito está muy comprometido.

Juan se encargó de unificar en la medida de lo posible ese criterio con su familia:

  1. Comentó a todos lo que se pretendía lograr y las bases de conocimiento psicológico en las que se apoyaba la estrategia.
  2. Entre todos definieron las conductas más importantes que consideraban los familiares que Eusebio tenía que hacer porque eran buenas para él. Las ordenaron por importancia y por dificultad de implantanción, según su estimación.
  3. Definieron también las conductas que Eusebio debía reducir en frecuencia, duración o intensidad porque eran perjudiciales para él o para los familiares. Las ordenaron también por importancia y por dificultad de extinción, según su extimación.
  4. Realizaron un listado con las cosas que en tiempos pasados motivaban a Eusebio. ¿De qué se sentía orgulloso Eusebio y cuáles eran sus principales valores?
  5. Otro listado con lo que motiva a Eusebio en este momento.

El hecho de que Eusebio fuera un alto mando de la legión, apareció en el listado y a mí me pareció determinante. Eusebio había participado en misiones internacionales, le habían condecorado varias veces por salvar las vidas de su soldados en un rescate y por otras acciones. Los legionarios tienen muy presentes su sistema de valores y sus mandos probablemente en mayor medida.

Probablemente el retiro le había alejado de ellos a Eusebio, pero merecía la pena abordar las acciones teniéndo en cuenta esos valores que tanto le habían marcado.

Por ello en una de las sesiones con Juan, dedicamos casi todo el tiempo a hablar y a concretar esos valores y a diseñar cómo se le iban a comunicar a Eusebio para producir en él un efecto motivacional. Por ejemplo, si la ayuda era muy importante para Eusebio, se le podría decir: «Papá, necesito que ayudes a mamá, a los hermanos, porque les veo cada vez peor, reacciona y vamos a hacer las cosas por ellos».

Así fuimos recorriendo ideas con el sentido del deber y la responsabilidad, la ayuda, el compañerismo, el bien común, la obediencia, el aguante físico, la paciencia mental, etc…

Juán ha liderado en el domicilio familiar la intervención con su padre, ha coordinado a los miembros de la familia, les ha motivado e incluso les ha enseñado a hacer las cosas.

Junto a mí, pero siempre con la información de toda la familia, hemos marcado objetivos, al principio muy pequeños, poco a poco mayores.

El proceso ha sido largo, y aún el caso continúa en seguimiento. Pero el hecho de usar los valores en la conversación con Eusebio ha sido determinante. Hacer entender así mismo a los familiares, que una situación como esta pone a prueba los valores propios también y no sólo los de Eusebio, es determinante. Una persona depresiva, y en general una persona con una discapacidad que le hace dependiente, pone a prueba el amor, la paciencia, el esfuerzo, la templanza, la responsabilidad, la firmeza, la empatía, etc… y constituye una oportunidad para una mejora personal en lo más profundo de nosotros mismos.

Finalmente, comentar que en un mundo donde cada vez los valores están menos presentes, el apoyo en ellos puede ser la clave, sobre todo en personas que los han tenido presentes a lo largo de su vida. Recordar también que la felicidad, esa que muchos buscan y pocos encuentran, quizá tenga que ver con la mejora personal centrada en una base sólida de valores propios.