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Dependencia emocional – Estilos de apego emocional

El ser humano es fundamentalmente social, eso significa que necesitamos a otros individuos para un óptimo desarrollo tanto físico como emocional. Desde que nacemos dependemos de un cuidador, normalmente la madre, no sólo para nutrirnos y cuidarnos físicamente, sino también para generar un vínculo afectivo que nos asegure el correcto desarrollo afectivo futuro. La madre y el bebé generarán un vínculo de apego que proporcionará seguridad a éste último en situaciones amenazantes. Las características de relación que se establece entre cuidador y bebé desde temprana edad determinará el ulterior desarrollo del infante en el ámbito emocional y de conducta. Según Bowlby existen cuatro tipos de apego:

Apego seguro, un estilo de dependencia emocional

APEGO SEGURO. Si en la primera edad el adulto ha sido atendido con constancia, sensibilidad y calidez a la hora de cubrir sus necesidades físicas y afectivas, desarrollará este tipo de apego. Ello le permitirá una vida independiente, sabiendo regular sus relaciones interpersonales y será capaz de sobrellevar la distancia física y/o emocional con los seres queridos. No necesitará someter o verse sometido para mantener cerca a la persona amada. Suelen ser personas empáticas y cariñosas y no les incomoda situaciones de cercanía e intimidad. Por último, su autoestima suele ser alta.

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El apego ansioso-ambivalente

APEGO ANSIOSO-AMBIVALENTE. La no constancia y poca consistencia en los cuidados que recibe el bebé es la tónica general. El infante desarrolla inseguridad y angustia ante las separaciones.
De adulto manifestará ansiedad ante la lejanía del ser querido, buscará la aprobación constante sintiéndose poco valorado o deseado. Existe un fuerte deseo de cercanía e intimidad lo que puede dar lugar a una excesiva dependencia emocional.

El apego Evitativo

APEGO EVITATIVO. Durante su primera infancia el recién nacido experimenta poca confianza en la presencia del cuidador cuando lo necesita y cuando aparece puede comportarse deforma sobreestimulante o incluso intrusiva. Por ello, el menor puede manifestar indiferencia ante la presencia de la madre, incluso rechazar el contacto afectivo y físico.
De adulto podrá a ser desconfiado, le costará comprometerse en las relaciones sociales, tenderá a rechazar la intimidad y vivirá con malestar el depender de otras personas. Su aparente seguridad e independencia esconde la sensación de sentirse poco querido y valorado.

Apego desorientado-desorganizado

APEGO DESORIENTADO-DESORGANIZADO. Este tipo de apego suele darse en niños maltratados o abusados en su infancia. También suelen desarrollarlo niños con mamás negligentes o inseguras.
De adulto acostumbrará a ser propenso a explosiones de ira y rabia. Pueden aparecer conductas impulsivas y destructivas ante la imposibilidad de manejar sus emociones adecuadamente. Su autoestima será baja y percibirá al otro de forma negativa. Rechazarán el contacto cercano aunque su mayor deseo es tenerlo.

Dicho esto, nos podemos peguntar si lo que sucedió en la infancia es tan determinante en nuestro estilo de apego o, por el contrario, podemos hacer algo para corregirlo. Evidentemente que sí podemos cambiarlo: las relaciones ulteriores pueden modificar la forma en que nos relacionamos con los demás. El entorno familiar, de amigos, laboral, de pareja pueden hacernos evolucionar hacia un apego seguro proporcionándonos bienestar, confianza, seguridad, interacciones cálidas y empáticas.

Sí, aún y así, sentimos que nuestra forma de apego no nos proporciona el equilibrio deseado podemos acudir a un psicólogo profesional para desarrollar las herramientas necesarias. Todos nuestros expertos son psicólogos en terapia de parejas, psicólogos para la ansiedad, psicólogos en autoestima y seguridades, psicólogos especialistas en duelo y otros trastornos. 

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