“Una de las peores cosas que nos pueden pasar a los seres humanos es ver sufrir a aquellas personas que quieres”. Esta afirmación la realizó una paciente en consulta cuando se enfrentaba a una situación familiar muy compleja y difícil de gestionar. No puedo estar más de acuerdo. Y los y las profesionales que conformamos Expertos en Psicología somo testigos diarios de las consecuencias que tiene ver sufrir a las personas. El apoyo y soporte emocional y social conforma un pilar esencial para sobrellevar y resolver el malestar emocional que padecen las personas con ansiedad.
A lo largo de las publicaciones del blog de Expertos en Psicología, hemos hablado mucho sobre la ansiedad: qué es, cómo se manifiesta, qué estrategias podemos desarrollar para poder regularla, … En este artículo, sin embargo, quiero poner el foco de atención en las personas que acompañan a las personas que sienten ansiedad.
Sentirse acompañado/a en los malos momentos se erige en una de las muestras de afecto y apoyo incondicional que no tiene precio. Aunque, a veces, sí tiene un coste para el/la que acompaña.
Acompañar a una persona que tiene ansiedad requiere de grandes dosis de paciencia, gestión personal e interpersonal y, también, fortaleza interna. Es importante tener en cuenta que, para cuidar, hay que cuidarse primero. Si queremos resultar eficaces en nuestra decisión de amparar a nuestro amigo o familiar en su dolor, resulta clave saber cuánto de preparados/as nos sentimos en esa tarea.

A continuación, comparto algunas claves específicas que los/las acompañantes pueden tener presentes en su propósito de cuidar a esa persona que siente ansiedad:
- Practica la empatía, con esa persona y, también contigo mismo/a. Ser empático es ser capaces de ponernos en el lugar del otro/a (“yo puedo ser tú en algún momento de mi vida”). Poder conectar con sus sentimientos y necesidades es una de las cualidades que estos perfiles destacan. La clave es que esta empatía, también, la apliques a ti mismo/a (“¿qué le diría a alguien que se encontrara en mi situación?”).
- Entrena la escucha activa. Escuchar activamente no es oír, es ir más allá del mensaje verbal: qué necesidades tiene en ese momento esa persona con ansiedad.
- No te exijas dar respuestas rápidas e inmediatas, ni soluciones concretas. Estar ahí es la mejor respuesta para cuando nos faltan las palabras. Que noten tu disponibilidad física y emocional, simplemente, genera en la persona la sensación de refugio, calidez y calma que esa persona ansiosa necesita en ese momento.
- Desarrolla compasión por el otro. No se trata de victimizar; consiste en notar su malestar de forma incondicional y respetuosa.
- Si eres el/la que acompaña, identifica tus propias válvulas de escape. Ten claro qué te distrae, te oxigena, te regula, te entretiene, para poder seguir acompañando a esa persona en su ansiedad.
- Trabaja la comunicación asertiva. Recuerda que, por ejemplo, poner límites a aquello que nos empieza a desbordarnos previene de futuros inconvenientes personales.
- Da muestras de cariño a esa persona, desde hacer planes con ella, a mostrar afecto con un abrazo, una sonrisa o unas palabras de aliento. El afecto nunca sobra en los malos momentos.
Las personas con ansiedad tienen un alto nivel de sufrimiento que, en muchas ocasiones, no saben controlar. Disponer de figuras de referencia que las acompañan en su dolor es un factor de protección que actúa como clave reguladora ante su malestar. Somos seres sociales que nos necesitamos los unos a los otros. Cuidemos, por tanto, las relaciones.